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Economía y Negocios, El Mercurio - 22 de diciembre de 2024

Debate previsional con el ancla equivocada

' 'Lo que realmente falta no son 6 puntos más de cotización, sino 20 años más de cotización. Seis puntos más de cotización no aumentarán los años de cotización; más bien, es probable que los disminuyan ' '.

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¿Cuál es el porcentaje de países africanos en Naciones Unidas? Hoy día usted respondería esa pregunta con ayuda de ChatGPT, hace diez años lo habría hecho buscando en la web y, hace treinta, contando países en un mapamundi. Pero nunca habría intentado responderla haciendo girar una ruleta, con números arbitrarios entre uno y cien, para luego estimar el porcentaje a partir de lo que de ahí resultare.

Pues bien, para su sorpresa, en un clásico experimento conducido por Tversky y Kahneman, se le pidió a un grupo de sujetos girar una ruleta que podía detenerse en 10 o 65. Seguidamente, y de modo inesperado para los participantes, se les preguntó por el porcentaje de países africanos en Naciones Unidas. Quienes habían obtenido 10 en la ruleta, en promedio estimaron el porcentaje en 25%, mientras que quienes habían obtenido 65, estimaron un 45% en promedio. Una información irrelevante —el número de la ruleta— gravitaba sobre la respuesta —conducta— posterior: quienes habían obtenido el número alto en la ruleta, estimaban un porcentaje alto y viceversa. El experimento fue conocido como “el efecto de ancla” y sus resultados han sido confirmados una y otra vez por otros de diverso diseño.

El “efecto de ancla”, un sesgo cognitivo, se observa frecuentemente en la realidad económica. Los consumidores se ven atraídos por grandes descuentos en tiendas de departamento — “precios rebajados un 30%”— porque su mente, anclada a los precios originales, les hace ver a los nuevos como ganga, nublando la reflexión de si acaso los primeros no eran ya arbitrarios —como la rueda de Tversky y Kahneman— y los rebajados simplemente normales (o todavía caros). Así también ocurre cuando en un remate holandés —que parte con un precio alto para luego ir bajando hasta que alguien levanta la mano— el martillero arranca desde precios muy elevados, para terminar en otro mucho menor —“qué buena adjudicación”.

Es lo que está ocurriendo con el debate previsional. Qué duda cabe, se ha instalado un número “ancla”: la cotización previsional debe subir 6 puntos porcentuales. La oferta inicial del Gobierno — como lo haría un buen rematador holandés— partió con los 6 puntos a ser destinados íntegramente a reparto y cero a capitalización individual. Partiendo de esa ancla, el estado actual de la negociación, con 3 puntos rescatados a capitalización individual por la oposición, es presentado por el Gobierno como señal de flexibilidad: en jerga de tiendas de departamentos, una muy buena “rebaja”. Está jugando con el efecto de ancla: son 6 puntos, y partió “ofreciendo” cero de capitalización individual. ¿Cómo negarse a un acuerdo de 3+3? Solo un desanclado podría oponerse.

Tan nublados estamos por el ancla de 6 puntos más de cotización que nadie la cuestiona, ni siquiera quienes se oponen a la oferta oficial: buscan otros 3 puntos íntegros a capitalización individual, pero no controvierten el 6.

¿De dónde viene el 6? Suele hacerse un álgebra elemental que indica que, con 40 años de cotización, con la actual esperanza de vida y bajo parámetros esperados de rentabilidad y crecimiento de salarios, la tasa de reemplazo —el porcentaje de la pensión con respecto a las últimas remuneraciones— podría alcanzar cifras del orden de 70%, muy superiores a la mediana actual del 17%, obtenida de modo autofinanciado (sin subsidios).

El cálculo, sin embargo, tiene pies de barro. La tasa de 17% de reemplazo no se explica porque la cotización sea especialmente baja, sino porque la gente cotiza durante muy pocos años. Valdés y Leyton, en un estudio próximo a publicarse, encuentran que en el primer quintil —el 20% de menores ingresos—, el porcentaje de años sin cotizar en los hombres alcanzó el 87%; en el segundo, 64%, y en el tercero, 52%; para las mujeres, las cifras son aún peores. En promedio, los chilenos cotizan solo la mitad de su vida activa.

Así las cosas, lo que realmente falta no son 6 puntos más de cotización, sino 20 años más de cotización. Seis puntos más de cotización no aumentarán los años de cotización; más bien, es probable que los disminuyan.

Una de las principales causas de los muchos años sin cotizar es la elevada informalidad del mercado laboral. Si de mejorar pensiones se trata, en vez de subir 6 puntos la cotización, debiéramos bajar la informalidad del 30% que tenemos al 10% que caracteriza a los países más avanzados.

Por otro lado, la PGU, conforme a un reciente estudio de la Superintendencia de Pensiones, ha elevado la mediana de la tasa de reemplazo a 63%, lo que deja a la iniciativa de los 6 puntos adicionales de cotización —que data de antes de la PGU— como extemporánea.

¿Por qué el sistema político continúa “anclado” a 6 puntos más de cotización en vez de anclarse a 20 puntos porcentuales menos de informalidad laboral? Porque además del sesgo cognitivo —los 6 puntos vienen sonando hace muchos años—, lo segundo es impopular, no se logra con solo escribir una nueva ley, y obligaría a reconocer al gobierno que la informalidad obedece a cargas tributarias y regulatorias elevadas, llevándolo a terreno incómodo. También, hay que decirlo, porque los 6 puntos más de cotización, en la versión “rebajada” de 3+3, aumentarán de inmediato las jubilaciones de los actuales pensionados y esos son votos valiosos, que tanto el Gobierno como aquella oposición llana a un acuerdo aspiran a reclamar luego para sí. Lo que pase después con los cotizantes más jóvenes, que tendrán que cargar con el ancla de 6 puntos más de cotización, habiéndoselas, además, con una economía que crece solo 2%, importa poco. Porque cuando los actuales jóvenes se jubilen, los signatarios del 3+3 estarán ya tiempo fuera de escena y nadie podrá pedirles cuenta.

¿Será muy tarde para cambiar de ancla?